Tras mi paso por España Directo y después de 15 años detrás de las cámaras trabajando en programas y series de televisión, necesité hacer un parón y me fui dos años a viajar. Guatemala y la India fueron mis destinos. Luego volví a España sin saber qué hacer con mi vida. No me apetecía volver a la producción, al menos no como antes, sí con proyectos míos. A mi vuelta de la India decidí establecerme en mi pueblo Carcastillo, en Navarra. Era el año 2012. Los pueblos de colonización cumplían 50 años. Figarol estaba a 10 kilómetros de mi casa y jamás había conocido su historia. El concejo de este pueblo me contrató para escribir un libro sobre su historia y también hicimos un documental que se emitió en TVE sobre estos pueblos (más de 300 en toda España) que se crearon de la nada a la vez que los pantanos. Figarol me dio la oportunidad de reconciliarme con un aparte de mí que tenía olvidada: la creatividad y las ganas de contar historias desde mi punto de vista. Después vendría el libro de la historia de mi pueblo Carcastillo, en el que el mayor placer fue toda la labor de documentación que hice arropada por muchos compañeros del pueblo y del Monasterio de la Oliva. Y más tarde otro libro de otro pueblo de colonización: Rada.
PUEBLOS DE COLONIZACIÓN, CUANDO LA TIERRA SE ESCRIBÍA CON T MAYÚSCULA
A una España hambrienta le hacía falta tierra que diera frutos, pero los campos estaban secos y necesitaban agua que corría a raudales, pero no siempre donde era más necesaria. Con la intención de promocionar el regadío se ponen en marcha en la 2ª República la construcción de canales, pantanos y, también, un reparto más equitativo de la tierra. Pero la Guerra Civil llega y todo se detiene. No será hasta después de la contienda cuando se forme el Instituto Nacional de Colonización y los proyectos puedan darse por terminados. Trescientos quince nuevos pueblos fueron edificados con una misma estructura para alojar a las más de 55.000 familia que abandonaron sus hogares en busca de un futuro mejor en los años 60. No tenían nada, solo sus manos para trabajar un lote de tierra que, al final, y con mucho esfuerzo pudo ser suyo. Fue la mayor migración del siglo XX dentro de nuestras fronteras. Esta es la historia de estos colonos y colonas, la de sus jóvenes pueblos y la de un atierra que tristemente ve como sus dueños envejecen y vuelve a quedarse sola sin nadie que la trabaje.
